Bueno, bueno, retomemos este blog que dejé atrás hace ya unos años. Debo aceptar que nunca lo tomé muy en serio. Será porque nadie lo leía o quizá porque después de los 25 años dejé de tomar muchas cosas en serio. Mentira, hasta un empujón en el metro me tomo a pecho, pero sólo porque me molesta que la gente no tenga consciencia de que, lamentablemente, otras millones de personas existimos y a un 90% de esas millones nos molesta la invasión a nuestro espacio vital.
A la que nunca he tomado en serio es a mi vocación de escritora. Ella (Sí, mi vocación es una mujer) siempre me reclama en las mañanas y se manifiesta con un hueco en el estómago. A veces la confundo con hambre, sobre todo cuando no ceno bien o de plano no como nada la noche anterior. Siguiendo esta lógica, soluciono ese malestar matutino de dos maneras: 1) Comiendo y 2) Comer y luego intentar escribir. Lo único malo de esas dos soluciones es que cuando termino de desayunar me siento tan bien que me dan ganas de salir a dar un paseo en bici o empezar a hacer planes del día con la gente, y ya no me da tiempo de escribir. Pero siempre consuelo a mi vocación prometiéndole que "mañana empezaré a escribir como Thoth manda".
Entonces, para dorarle la píldora a esa perra que me sigue todos los días (sí, mi vocación es una perra), ayer en la mañana estuve pensando en la temática que tendría mi blog, y después de tanto pensar y dar vueltas alrededor de mi sala con un té de menta en mis manos con cara de intelectual en proceso creativo supe que pensar en temáticas siempre ha sido el primer obstáculo para liberar el espíritu de mi perra vocación.
Recordé que incluso cuando abrí mi cuenta de twitter me costó lágrimas y sangre de mis puños en la pared por la frustración de no ser como aquellos perspicaces tuiteros estrellas que con tanta facilidad expresaban sus más profundos y pretenciosos pensamientos. Pero he cambiado desde entonces y ahora simplemente dejaré que mis dedos se deslicen sobre el teclado cual pianista sobre las teclas de marfil.
Después de establecer como propuesta la ausencia de un tema me senté en mi futón rojo, y mientras mi gata me ronroneaba en las piernas pensé que tenía que aplicar algún estilo de escritura. Mi cara de intelectual en proceso creativo reapareció (supuse que me veía bastante bien, así que me tomé una foto y la subí a FB. Me llegaron tres solicitudes de amistad enseguida. Sonreí).
"¿Narrador omnisciente, equisciente o deficiente?".
Para no herrar busqué en google los tipos de narradores y asegurarme de cuál me convenía más. Me gustó cómo sonaba "narrador deficiente", además me pareció poéticamente realista que yo, como narradora, supiera mucho menos que el personaje, que en este caso, también soy yo.
Después busqué en la página de la RAE el verbo herrar y descubrí que lo que quería decir era errar y no herrar, porque mi vocación es una perra y no un caballo. Me sentí un poco menos ignorante, incluso perspicaz, y volví a sonreír.
Me terminé el té de menta, mi gata se levantó a cagar y supe que ese era el momento preciso para ponerme a escribir. Estaba dispuesta, pero mi estúpido teléfono inteligente me notificó que mi foto ya tenía 8 pulgares levantados. A regañadientes (narrador deficiente) vi las notificaciones, nomás para no dejar. Vi una dibujo muy chistoso de un gato en forma de apóstrofe que juntos resultaba ser un catastrophe y me pregunté por qué a mí no se me ocurrían esas grandes ideas que revolucionan la manera de ver el mundo.
Abajo de la gatapóstrofe estaba un video de la banda de un ex... un ex amigo y me puse a escucharlo. Me dije, como si mi abuelita me hubiera poseído por un instante: "Qué barbaro, cuánto talento desperdiciado hay en este país, caray".
No sé por qué eso me recordó aquellas bandas de pank rock de mi adolescencia y entré a youtube a buscarlas. Encontrar los videos cutres hechos hace (narrador deficiente) años me llevó como unas dos horas. Sin darme cuenta era la hora de la comida y mi perra (no mi vocación sino mi hambre) me obligó a salir a la fonda, no sin antes decirle a mi otra perra que después de comer empezaría a escribir.
Para no sentirme tan mal, pedí sopa de letras. Cuando me la estaba terminando mi estúpido teléfono inteligente sonó. Era mi prima que me invitaba al cine a ver la nueva de algún cineasta hipsteroso. Por supuesto que dije que sí ¡! Deje la sopa de letras a la mitad, me fui al cine, vi la película, mi prima y yo la comentamos, tomamos el metro a hora pico, una señora me empujó, un adolescente apestoso me puso su axila a tres centímetros de mi rostro y regresé de malas a mi casa.
Sin ganas de nada me fui a dormir sin cenar. A la mañana siguiente tenía mucha hambre, así que lo primero que hice fue desayunar abundantemente...
A la que nunca he tomado en serio es a mi vocación de escritora. Ella (Sí, mi vocación es una mujer) siempre me reclama en las mañanas y se manifiesta con un hueco en el estómago. A veces la confundo con hambre, sobre todo cuando no ceno bien o de plano no como nada la noche anterior. Siguiendo esta lógica, soluciono ese malestar matutino de dos maneras: 1) Comiendo y 2) Comer y luego intentar escribir. Lo único malo de esas dos soluciones es que cuando termino de desayunar me siento tan bien que me dan ganas de salir a dar un paseo en bici o empezar a hacer planes del día con la gente, y ya no me da tiempo de escribir. Pero siempre consuelo a mi vocación prometiéndole que "mañana empezaré a escribir como Thoth manda".
Entonces, para dorarle la píldora a esa perra que me sigue todos los días (sí, mi vocación es una perra), ayer en la mañana estuve pensando en la temática que tendría mi blog, y después de tanto pensar y dar vueltas alrededor de mi sala con un té de menta en mis manos con cara de intelectual en proceso creativo supe que pensar en temáticas siempre ha sido el primer obstáculo para liberar el espíritu de mi perra vocación.
Recordé que incluso cuando abrí mi cuenta de twitter me costó lágrimas y sangre de mis puños en la pared por la frustración de no ser como aquellos perspicaces tuiteros estrellas que con tanta facilidad expresaban sus más profundos y pretenciosos pensamientos. Pero he cambiado desde entonces y ahora simplemente dejaré que mis dedos se deslicen sobre el teclado cual pianista sobre las teclas de marfil.
Después de establecer como propuesta la ausencia de un tema me senté en mi futón rojo, y mientras mi gata me ronroneaba en las piernas pensé que tenía que aplicar algún estilo de escritura. Mi cara de intelectual en proceso creativo reapareció (supuse que me veía bastante bien, así que me tomé una foto y la subí a FB. Me llegaron tres solicitudes de amistad enseguida. Sonreí).
"¿Narrador omnisciente, equisciente o deficiente?".
Para no herrar busqué en google los tipos de narradores y asegurarme de cuál me convenía más. Me gustó cómo sonaba "narrador deficiente", además me pareció poéticamente realista que yo, como narradora, supiera mucho menos que el personaje, que en este caso, también soy yo.
Después busqué en la página de la RAE el verbo herrar y descubrí que lo que quería decir era errar y no herrar, porque mi vocación es una perra y no un caballo. Me sentí un poco menos ignorante, incluso perspicaz, y volví a sonreír.
Me terminé el té de menta, mi gata se levantó a cagar y supe que ese era el momento preciso para ponerme a escribir. Estaba dispuesta, pero mi estúpido teléfono inteligente me notificó que mi foto ya tenía 8 pulgares levantados. A regañadientes (narrador deficiente) vi las notificaciones, nomás para no dejar. Vi una dibujo muy chistoso de un gato en forma de apóstrofe que juntos resultaba ser un catastrophe y me pregunté por qué a mí no se me ocurrían esas grandes ideas que revolucionan la manera de ver el mundo.
Abajo de la gatapóstrofe estaba un video de la banda de un ex... un ex amigo y me puse a escucharlo. Me dije, como si mi abuelita me hubiera poseído por un instante: "Qué barbaro, cuánto talento desperdiciado hay en este país, caray".
No sé por qué eso me recordó aquellas bandas de pank rock de mi adolescencia y entré a youtube a buscarlas. Encontrar los videos cutres hechos hace (narrador deficiente) años me llevó como unas dos horas. Sin darme cuenta era la hora de la comida y mi perra (no mi vocación sino mi hambre) me obligó a salir a la fonda, no sin antes decirle a mi otra perra que después de comer empezaría a escribir.
Para no sentirme tan mal, pedí sopa de letras. Cuando me la estaba terminando mi estúpido teléfono inteligente sonó. Era mi prima que me invitaba al cine a ver la nueva de algún cineasta hipsteroso. Por supuesto que dije que sí ¡! Deje la sopa de letras a la mitad, me fui al cine, vi la película, mi prima y yo la comentamos, tomamos el metro a hora pico, una señora me empujó, un adolescente apestoso me puso su axila a tres centímetros de mi rostro y regresé de malas a mi casa.
Sin ganas de nada me fui a dormir sin cenar. A la mañana siguiente tenía mucha hambre, así que lo primero que hice fue desayunar abundantemente...
1 comentario:
me diverti mucho puedes hacer un libro de tu vida
Publicar un comentario