lunes, 24 de noviembre de 2008


No quiero ser capaz. Cuando alguien te apunta, y a manera de sentencia te dice que tienes la capacidad de hacer algo, no sabe que te endosa la terrible responsabilidad de, in fact, hacer algo. 
Y hacer algo implica brindarle al mundo una parte de lo que tus entrañas no son capaces de digerir por sí solas, sino mediante esa supuesta capacidad que la gente, o a veces uno mismo, imputa.  
Si tus manos son ágiles: haz pintura, escultura, masajes, artesanías o mastúrbate!!!
Si tu cuerpo es flexible y se contorsiona al ritmo de tu imaginación: baila, muévete, súbete al tubo, haz el amor
Si tus versos se plasman más en una partitura que en una pedazo de servilleta: endulza al mundo con la maravilla de un instrumento o con tu voz 
Si la palabra es lo tuyo, habla, escribe, engaña a las masas...o  reinvéntate
Si encuentras una imagen en la realidad o haces realidad una imagen, búscate una cámara e imprime.
 El mundo así estará en orden, pero ¿Qué pasa cuando uno quiere no-ser-capaz, sino serlo simplemente para desahogar el inexorable paso por el mundo? ¿Qué emprender cuando la verdadera vocación es temerle a su propia habilidad? 
Yo simplemente espero tener la capacidad para darme cuenta de mi capacidad y ser capaz de no ser escoltada por ella como quien se resguarda de un ataque de injurias. Quiero ser con ella y estar con ella  y tener un maridaje común y corriente de desprecio y necesidad. 

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