La entrada a Revolución es insoportable. Me bajo del pesero odiando un poco más el reggaetón. Las personas obedecemos la señal que el monito verde nos indica y nuestros pies en automático se mueven, siguiendo uno tras otro. Las peores personas del mundo, o sea, los automovilistas chilangos, obstruyen cada centímetro de la avenida; hay que torearlos y verles la jeta de "si pudiera pasaba sobre ti". Gente caminando, personas hablando, siluetas sin rostros, bultos que chocan entre sí, cláxones, máquinas haciendo hoyos en el asfalto, más gente, cláxon, bulto, voces, cláxon, gente, sombras, hoyos, monito, persona, bulto, cláxon, PERRO.
PERRO que me huele, PERRO que se regresa, me mira y me sigue, me adopta. PERRO que se pierde entre los cientos de piernas, se detiene y me busca. Me espera, me mira. Me adopta.
Yo... yo veo su cuerpo escuálido y por un instante lo estoy llevando a mi casa, lo bañó y pienso, junto a Tav, en el nombre que encajaría con su rostro pícaro. Tiene cara de ser dionisiaco... se llamará Baco!!
Baco huele un pedazo de limón en el piso, se vuelve a perder entre las cientos piernas y me vuelve a esperar. "Déme 5 tacos de suadero". Seguramente Baco tiene hambre....
Pero Baco ya no está... lo buscó incrédula de que me haya abandonado, si era tan fiel, tan cariñoso. El taquero me reprocha con la mirada... camino, un bulto, unas sombras. A lo lejos veo a Baco perseguir un automóvil. Él no me ve y no logro alcanzarlo. Me abandona y me siento perdida entre tanta gente ocupada en sus propios asuntos.
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